La Torre, laboratorio científico

Martes 3 Diciembre 2019

Modificado el 03/12/19

Desde su inauguración, la Torre se convirtió también en un lugar de experimentos científicos, que la convirtieron en un verdadero laboratorio. Pero ¿por qué motivos? Por Bertrand Lemoine.

Justo de haber inaugurado la Torre en 1889, Gustave Eiffel ya estaba pensando en demostrar su utilidad. De hecho, había obtenido una concesión de 20 años de la Ciudad de París para la disposición del terreno sobre el que se erigía. Después de 1909, su futuro era incierto y dependía de la buena voluntad del Consejo de París. Por otra parte, Eiffel era un apasionado de los progresos científicos de su tiempo. Había hecho inscribir los nombres de 72 científicos a lo largo de todo el contorno del primer piso para rendirles homenaje y poner su Torre bajo su protección simbólica.

¡Experimentos con altura!

Gracias a su altura, la Torre podía ser utilizada inmediatamente para realizar experimentos particulares. De este modo, un gran péndulo de Foucault fue fijado debajo del segundo piso. Las oscilaciones amplificadas por su longitud podían así resaltar las fuerzas que rigen la rotación de la tierra. Un manómetro de mercurio de 300 metros de altura al aire libre permitía medir con precisión las altas presiones y, por consiguiente, calibrar los manómetros de metal o de gas utilizados en la industria. También se intentaron hacer experimentos fisiológicos para aprovechar la altitud, pero sin ser realmente convincentes. Una de las primeras iniciativas de Eiffel consistió también en instalar, con el físico Éleuthère Mascart, una estación meteorológica en la cima de la Torre, como lo habían hecho en sus diversas propiedades. Los resultados de las mediciones diarias de temperatura, presión, higrometría, precipitaciones y velocidad del viento fueron publicados sobre la marcha por Gustave Eiffel a sus expensas, contribuyendo así al progreso de la incipiente meteorología, al mostrar interés en la recolección sistemática de datos durante largos períodos de tiempo.

Laboratoire de recherche sur la chute des corps

Los efectos del viento y la resistencia al aire

Eiffel había tenido sus quebraderos de cabeza con el viento durante su carrera como constructor. El viaducto del río Tardes se había precipitado al vacío durante su construcción en 1884, a causa de un huracán. Pese a que la estructura calada de la obra parece dejar poco agarre al viento, este último podía resultar devastador. Para analizar mejor los efectos del viento en las estructuras, Eiffel hizo en primer lugar, que se tomasen medidas para evaluar directamente la presión ejercida por el viento en función de su velocidad. Luego, hizo instalar de 1903 a 1905 un cable vertical tendido entre el segundo piso y el suelo, a lo largo del cual se podían dejar caer cuerpos de diferentes formas y tamaños. Un ingenioso sistema de medida fijado a dichos cuerpos permitía evaluar la resistencia del aire en caída libre.

Más tarde, en 1909, Eiffel hizo construir un laboratorio aerodinámico al pie mismo de la Torre, que permitía soplar aire alrededor de formas fijas en vez de dejarlas caer, facilitando así de manera considerable las mediciones y la posibilidad de variar la velocidad del viento. La Torre y su laboratorio participaron de este modo al auge de la aeroestación y, más adelante, de la naciente aviación. Este túnel de viento fue trasladado en 1912 a un edificio fijo en el vecino distrito 16, en la calle Boileau, donde aún sigue en funcionamiento. 

Una antena gigante

Pero fue realmente la radio la que convirtió la Torre en un laboratorio fundamental. Tras la invención a finales del siglo XIX de la transmisión a distancia inalámbrica de señales, las autoridades militares se interesaron especialmente por estas tecnologías. La Torre ofrecía un lugar excepcional para experimentarlas. Porque cuanto más alta es una antena, más mensajes puede transmitir a larga distancia y en una zona amplia. Se tendió un cable de antena entre la cima y el Campo de Marte. En 1898, Eugène Ducretet podía comunicarse con el Panteón, a una distancia de 4 kilómetros. Eiffel ofreció entonces en 1903 poner la torre a disposición del Ejército e incluso financiar en parte las instalaciones necesarias. Más adelante, en 1904, ya era posible comunicarse con los fuertes del Este e incluso con la base naval de Bizerte, en Argelia. A partir de entonces, la Torre estuvo dotada de un interés estratégico militar. Eiffel obtuvo así una prórroga de la concesión del terreno por 70 años adicionales, lo cual aseguró definitivamente la perdurabilidad de su Torre. Desde entonces, esta cuestión ya no se plantea.
 

Bertrand Lemoine es arquitecto ingeniero e historiador. Ha sido director de investigación en el CNRS y director general del Taller Internacional del Gran París. Es un especialista reconocido internacionalmente de la historia y actualidad de la arquitectura, la construcción, la ciudad y el patrimonio en los siglos XIX y XX, especialmente de París, el Gran París y la Torre Eiffel. Es autor de 43 obras y de varios cientos de artículos sobre estos temas. Actualmente, es asesor sobre cuestiones arquitectónicas, urbanas, digitales y energéticas.

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