¿Cuál fue el balance de la Exposición Universal de 1889?
Martes 7 Abril 2020
Modificado el 18/01/22
En 1851, Londres había inaugurado la era de las grandes exposiciones de manera espectacular, a base de un enorme y único edificio prefabricado hecho de acero fundido, hierro, madera y cristal. Francia no tardó en seguir la tendencia, ya que siempre hay algo en estas exposiciones que exacerba el orgullo nacional. En 1855, en París, se presentó en los Campos Elíseos un gran palacio con la fachada de piedra y bóvedas de acero fundido y cristal. En 1867, cuando el Segundo Imperio estaba en su apogeo, un gigantesco edificio de forma oval que abarcaba buena parte del Campo de Marte fue completado por pequeños pabellones en un jardín periférico.
Trocadero y Campo de Marte, lugares de exposición
En 1878, la colina de Chaillot fue tomada por un palacio del Trocadero que desplegó dos grandes alas alrededor de una sala de conciertos con 4600 asientos, mientras que el Campo de Marte fue ocupado por una serie de galerías acristaladas cuidadosamente diseñadas, pero sin ningún efecto monumental particular, a no ser los pabellones en las esquinas del cuadrilátero.
La Exposición de 1889 revistió una dimensión totalmente diferente. Celebraba el centenario de la Revolución Francesa y, al mismo tiempo, la potencia de la industria nacional bajo los auspicios de la República y de su imperio colonial, que había recuperado su retraso con respecto a Inglaterra. Con una extensión de cincuenta hectáreas, recuperaba la tipología de la exposición anterior (1878), con galerías que ocupaban parte del Campo de Marte, coronadas con cúpulas monumentales, y pabellones dispersos por los jardines, de los cuales solamente una treintena eran pabellones nacionales; con una fuerte participación americana, dado que las monarquías europeas decidieron ignorar el evento.
También celebraba dos proezas técnicas basadas en el uso del metal: el edificio más grande del mundo, la Galería de las Máquinas, con una extensión de 420 metros por 110 metros sin ningún punto de apoyo, y la torre más alta del mundo. Ambas construcciones estaban destinadas a permanecer después de la Exposición. No obstante, la Galería sería desmontada en 1909, al no haberse encontrado un uso duradero para la misma. La Torre, por supuesto, se conservó, gracias a los esfuerzos que llevó a cabo por su constructor, Gustave Eiffel.
¡32 millones de visitantes!
Los otros pabellones se desmontaron y reconstruyeron. En total, la Exposición contabilizó más de 32 millones de entradas en seis meses, de los cuales únicamente dos estaban dedicados a visitas a la Torre Eiffel, con un récord de 400.000 visitantes en un solo día. La entrada a la Exposición costaba un franco, pero había que pagar cinco francos más para acceder a la Torre. Cerca de 61 000 expositores, más de la mitad franceses, pudieron presentar los productos del arte y de la industria.
Aunque quedan pocas huellas de la misma, aparte de la Torre Eiffel, la Exposición de 1889 fue sin duda una de las más espectaculares de su época, mostrando al público en general nuevos inventos a los que les aguardaba un futuro brillante, como la electricidad y el teléfono. Todo ello presentado en un escenario en el que la rudeza de la estructura metálica quedaba templada por la cerámica, la terracota y las vidrieras de colores que decoraban las paredes de los edificios.
La Exposición Universal de París, 1889
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